UN ALCALDE
SECTARIO
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Que Madrid tenía un alcalde
sectario ya lo sabíamos desde aquella iniciativa suya de retirar la lápida en honor del poeta cabrero Miguel Hernández
que había dispuesto el Ayuntamiento de Carmena. Pero no sabíamos que además era
muñidor de acuerdos municipales en contra de sus propias e incoherentes
actitudes en relación con el fallecimiento de Almudena Grandes. Negarse a
conceder a una conocida novelista cualquier reconocimiento y ni siquiera
asistir a sus funerales ni sepelio.
Un alcalde debe, sin duda, dejar a un lado su
ideología si no quiere caer en el sectarismo más atroz y presentar sus respetos
a una escritora que estamos seguros que un elevado porcentaje de madrileños
habrán leído sus libros y la habrán admirado como escritora, aunque, incluso,
no comulgasen con su ideología. Un alcalde lo debe ser de todos sus ciudadanos
no sólo de los de su cuerda ideológica (Esto mismo podría decirse desde luego de la Presidenta (¿) de la
Comunidad madrileña). No distinguir entre una y otra cosa es indicio de un
sectarismo imperdonable en un servidor público.
Uno siempre recuerda a aquel ministro de
Felipe González no precisamente muy respetuoso con los que opinaban
críticamente de su gestión, pero que al comentar
ácidamente las opiniones negativas hacía
su gestión de un renombrado columnista, reconoció por delante su calidad
literaria, que “escribía-dijo- como los ángeles”. Lo de nuestro alcalde no
llega ni siquiera a eso. Pero, su incongruencia y su escasa talla moral han
llegado a cimas inmarcesibles cuando para sacar adelante sus presupuestos
municipales ha llegado al acuerdo con cuatro concejales tránsfugas para que le
concedan sus votos a cabio de aceptar
nombrar a Almudena como hija predilecta de la ciudad de Madrid.
La desfachatez y la miseria moral de esa actitud lo invalidan como
persona honesta y lo elevan a político de pacotilla. ¿Cómo es posible que con
personajes así los ciudadanos no terminen considerando a los políticos como
servidores públicos que sólo llegan a la actividad pública para servirse de
ella y no servir a los ciudadanos? Desde luego que sería injusto extender esa
consideración a todos ellos y que también los hay honestos y verdaderos
servidores de la cosa pública. Uno no puede menos que preguntarse ante
actitudes como esas si un personaje tal, que, además, para más inri es el
portavoz del partido de la derecha española,
sería vuelto a reelegir si hubiese un sistema electoral de listas
abiertas. Porque hay que reconocer que nuestro sistema electoral es más
congruente con una partitocracia que con una verdadera democracia.
Es fácil pensar que Almudena Grandes rechazaría escandalizada ese
mercadeo de votos para concederle ese título honorífico y no lo aceptaría. Sin
duda, pensaría que en muchos aspectos nuestra derecha sigue igual que siempre.
Como también ocurre, todo hay que decirlo, con un parte de nuestra izquierda.
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