jueves, 19 de diciembre de 2019












GRETA THUMBERG VERSUS SANTA EULALIA DE MÉRIDA
                              Julio Antonio Vaquero iglesias
Es sabido que en la Iglesia católica hay y siempre ha habido  divergentes  tendencias dentro de su seno a pesar de su unidad doctrinal. Pero lo habitual ha sido que esas diferencias lo fueran entre la jerarquía eclesiástica y las distintas tendencias que existen entre los varios  de sus fieles. Lo que ya no es tan habitual son los  contrapuestos  enfoques dentro de la propia jerarquía.  Y todo parece indicar que esas diferencias existen hoy en la valoración de la crisis ecológica y el cambio   climático actuales cuyas decisivas consecuencias negativas  para el futuro de la humanidad parecen difícilmente negables dado nuestra experiencia empírica y  el aval que la ciencia les está concediendo.
  El contenido de la reciente homilía del arzobispo de Oviedo con motivo de la conmemoración de santa Eulalia de Mérida, patrona de la ciudad, parece ser una  muestra más de esa diferencia de actitudes entre sectores de la jerarquía eclesiástica  ante este problema que se está convirtiendo, como diría Ortega, en el tema de nuestro tiempo. La comparación que el prelado hizo entre  la niña santa y mártir y la activista  medioambiental Greta Thumberg de dieciséis años nos parece a muchos que no tiene ningún sentido y  no deja de ser un anacronismo sin ningún significado real, aunque sí que lo tiene para expresar la posición más que doctrinal, ideológica del señor arzobispo que se suma con su visión al campo de los “negacionistas” del cambio climático producido por los efectos devastadores de un sistema económico cuyo fin subordina el bien de los humanos a un consumismo desmedido y sin control que está poniendo en peligro  al planeta y a la humanidad. Deja entrever el arzobispo ovetense que la activista sueca no es sino una marioneta manejada por su familia y por oscuros intereses económicos.
En realidad, más bien nos parece que el arzobispo  debería de estar  satisfecho por el hecho de que una adolescente como Greta Thumberg  se haya convertido en una líder de un movimiento de jóvenes  cada vez parece más imparable que luchan contra  la crisis ecológica y el cambio climático y , al hacerlo, defienden no sólo su futuro y el del mundo que viene  del que  son sus herederos, sino también el  de los más pobres y débiles de éste que son los que más van a sufrir gravemente- ya lo están sufriendo- sus negativas consecuencias.
 Como decíamos al principio, lo cierto es que esa postura de nuestro arzobispo no es ni con mucho la del papa Francisco y su entorno ni la de otros sectores de la jerarquía eclesiástica y menos la de otras tendencias de la  iglesia de base los cuales tanto anteriormente como recientemente, con motivo de la reciente cumbre sobre el cambio climático,  se han expresado   sobre este trascendental problema. “Las generaciones futuras- han dicho con claridad meridiana-, están a punto de heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que pagar  el costo de la irresponsabilidad de nuestra generación”. O como reconoce el mismo Papa  “la crisis ecológica actual, especialmente el cambio climático, amenaza el futuro de la familia humana y   esto no es una exageración (el entrecomillado es mío). O “de hecho son los pobres los que sufren el peor impacto de la crisis climática: son ellos los más vulnerables a los huracanes, las sequías, las inundaciones  y otros fenómenos meteorológicos extremos (…)”.Basten estas  pocas muestras como ilustración de la valoración  que se hace de la crisis ecológica en los medios vaticanos o que han salido de la boca del propio Papa.
    Desde luego, nuestro arzobispo, creemos humildemente, no ha estado acertado en este aspecto en la homilía referida porque, dicho sea con el mayor respeto posible, lo de Santa Eulalia de Mérida era otra cosa.
    (PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO) 

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