GRETA
THUMBERG VERSUS SANTA EULALIA DE MÉRIDA
Julio Antonio Vaquero iglesias
Es sabido que en la Iglesia
católica hay y siempre ha habido divergentes
tendencias dentro de su seno a pesar de
su unidad doctrinal. Pero lo habitual ha sido que esas diferencias lo fueran
entre la jerarquía eclesiástica y las distintas tendencias que existen entre
los varios de sus fieles. Lo que ya no
es tan habitual son los contrapuestos enfoques dentro de la propia jerarquía. Y todo parece indicar que esas diferencias
existen hoy en la valoración de la crisis ecológica y el cambio climático actuales cuyas decisivas
consecuencias negativas para el futuro
de la humanidad parecen difícilmente negables dado nuestra experiencia empírica
y el aval que la ciencia les está
concediendo.
El contenido de la reciente homilía del arzobispo de Oviedo con motivo
de la conmemoración de santa Eulalia de Mérida, patrona de la ciudad, parece
ser una muestra más de esa diferencia de
actitudes entre sectores de la jerarquía eclesiástica ante este problema que se está convirtiendo,
como diría Ortega, en el tema de nuestro tiempo. La comparación que el prelado
hizo entre la niña santa y mártir y la
activista medioambiental Greta Thumberg
de dieciséis años nos parece a muchos que no tiene ningún sentido y no deja de ser un anacronismo sin ningún
significado real, aunque sí que lo tiene para expresar la posición más que
doctrinal, ideológica del señor arzobispo que se suma con su visión al campo de
los “negacionistas” del cambio climático producido por los efectos devastadores
de un sistema económico cuyo fin subordina el bien de los humanos a un
consumismo desmedido y sin control que está poniendo en peligro al planeta y a la humanidad. Deja entrever el
arzobispo ovetense que la activista sueca no es sino una marioneta manejada por
su familia y por oscuros intereses económicos.
En realidad, más bien nos parece
que el arzobispo debería de estar satisfecho por el hecho de que una
adolescente como Greta Thumberg se haya
convertido en una líder de un movimiento de jóvenes cada vez parece más imparable que luchan
contra la crisis ecológica y el cambio
climático y , al hacerlo, defienden no sólo su futuro y el del mundo que viene del que son sus herederos, sino también el de los más pobres y débiles de éste que son
los que más van a sufrir gravemente- ya lo están sufriendo- sus negativas
consecuencias.
Como decíamos al principio, lo cierto es que
esa postura de nuestro arzobispo no es ni con mucho la del papa Francisco y su
entorno ni la de otros sectores de la jerarquía eclesiástica y menos la de otras
tendencias de la iglesia de base los
cuales tanto anteriormente como recientemente, con motivo de la reciente cumbre
sobre el cambio climático, se han
expresado sobre este trascendental problema. “Las
generaciones futuras- han dicho con claridad meridiana-, están a punto de
heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que
pagar el costo de la irresponsabilidad
de nuestra generación”. O como reconoce el mismo Papa “la crisis ecológica actual, especialmente el
cambio climático, amenaza el futuro de la familia humana y esto no
es una exageración (el entrecomillado es mío). O “de hecho son los pobres
los que sufren el peor impacto de la crisis climática: son ellos los más
vulnerables a los huracanes, las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos (…)”.Basten
estas pocas muestras como ilustración de
la valoración que se hace de la crisis
ecológica en los medios vaticanos o que han salido de la boca del propio Papa.
Desde luego, nuestro arzobispo,
creemos humildemente, no ha estado acertado en este aspecto en la homilía
referida porque, dicho sea con el mayor respeto posible, lo de Santa Eulalia de
Mérida era otra cosa.
(PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE OPINIÓN DE LA
NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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