HISTORIA Y
MEMORIA DE LA REPRESION FRANQUSTA DE LOS COMUNISTAS
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Una de las características que ha definido la historia escrita por el profesor universitario e historiador asturiano Francisco Erice ha sido, sin duda, su impecable fundamentación teórica. Y, cómo no, ese rasgo también está presente en el planteamiento de este su último libro: Militancia clandestina y represión. La dictadura franquista contra la subversión comunista (1956-1963).
Erice desarrolló en 2009 en un excelente libro
que desgraciadamente no ha tenido gran difusión por circunstancias editoriales, Guerras de la memoria y fantasmas del
pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva, una sólida y aceptable
teoría sobre el correcto uso público de
la memoria histórica en la lucha ideológica, basada en el principio de que el uso social de aquélla sólo era
pertinente sí tiene un sólido fundamento histórico. .
Este libro sobre la represión franquista de la
militancia comunista responde en cierta medida a ese planteamiento teórico: es
un reconocimiento de su sacrificio por las duras condiciones de represión que
tuvieron que sufrir aquellos militantes comunistas por su lucha para intentar traer
la democracia y el socialismo a
nuestro país. Pero, además y para ello, el contenido del libro es sobre todo una descripción
y un riguroso análisis histórico de los contextos y las formas de esa política represora.
Esto es: el contexto de la política interior e
internacional del franquismo en la etapa tratada basado en el intento de
apertura a Europa que le obligó a guardar las formas en sus prácticas represoras.
Pero también el del cambio de
planteamiento del PCE con su giro hacia la Política de Reconciliación Nacional
y su objetivo de convertirse en un partido de masas. Contextos desde los cuales el historiador asturiano analiza y explica las
múltiples formas, contables y no contables, de la represión franquista y de la
sociología de sus víctimas. Entre las
que, por cierto, ocupan el primer lugar los comunistas asturianos cuyos
testimonios aparecen frecuentemente mencionados en sus páginas. Pero también
esa descripción y análisis abarca el de la
influencia que aquella represión tuvo en la organización del partido y en su discurso
ideológico y actitudes. Y establece finalmente el balance de su eficacia y su
auténtico significado. Todo ello documentado con cientos de menciones, de
testimonios y casos concretos de víctimas
que cumplen además bien con ese
otro objetivo del libro que es el de recordarlas y rendir a sus víctimas un bien merecido homenaje.
El
núcleo del libro es, pues, un minucioso y documentado repaso de las múltiples
formas de represión franquista contra los militantes comunistas. Desde la caída
y las detenciones que incluye las formas en que la Brigada Político- Social y
la Guardia Civil actuaban, hasta un excelente análisis de la cárceles como
centros de represión, pero también como espacios de resistencia y lucha,
pasando por el de los interrogatorios, torturas y malos tratos, la actuación de
los jueces militares franquistas ante la
represión y de los procesos como rituales de poder que expresaban
simbólicamente la omnipotencia de la dictadura e, incluso, de las
formas no cuantificables de represión
Quizás algunos de mis (improbables)
lectores se pregunten por qué ha
limitado el autor su análisis de la represión franquista exclusivamente a los militantes comunistas, lo
que podría (mal) entenderse como un indicio de sectarismo y por qué además lo ha limitado a ese periodo
tan concreto de 1956 a 1963 que podría hacer sospechar la aplicación de un
criterio estrictamente documental. Sin
embargo, la justificación que realiza Erice de ese doble aspecto me parece coherente.
Me
explico. Tras la etapa de los años de plomo, esto es, de los años de posguerra en que la represión fue de gran intensidad y dureza
y abarcó a todos los participantes en el bando republicano, de una u otra ideología,
la situación represiva a partir de 1956 cambió. Poe una parte, el reconocimiento
de las potencias occidentales de la dictadura española como bastión de
Occidente frente al comunismo que conllevó su integración en los organismos
internacionales forzó, en cierta medida, a otras prácticas represivas. Y por
otra, con la desestalinización y la aplicación del giro táctico del PCE hacia
el objetivo de la reconciliación nacional y la lucha por alcanzar pacíficamente
la democracia en su camino hacia el socialismo, el Partido (así se le
denominaba) se convirtió en hegemónico en la lucha contra el Franquismo y, en
consecuencia, fue el objetivo principal de la represión franquista. En 1963, con la creación del Tribunal de
Orden Público y el final de las competencias de la Jurisdicción militar de los “delitos”
políticos y otros cambios en la
composición y actuación de la oposición antifranquista, se iniciaba otra etapa
distinta de la represión.
La
conclusión de ese doble análisis de las
formas y dimensiones de la represión, por una parte, y de su impacto sobre los
propios represaliados, por otra, es la dimensión ambivalente de la represión en esta etapa. Esto es: una
represión calculada, ajustada y limitada por las nuevas condiciones del intento
de “normalización” del régimen en el contexto internacional. El aparato
represivo no pudo permitirse seguir con las formas de dureza, crueldad y saña de la etapa anterior. Aunque aún y así, esa
represión calculada tuvo, sin duda, efectos disuasorios sobre los opositores
comunistas. Pero a la vez y en cierta medida fue también no sólo un factor movilizador e incentivo de la
solidaridad entre los opositores, sino además obligó a la dictadura en ciertos
casos a cambiar la legislación represiva. Todo lo cual echa por tierra la
visión simplista e interesada difundida por ciertos historiadores conservadores
de que sólo hubo un franquismo duro, el de los años de plomo de la posguerra.
En
fin, un libro excelente que debe ocupar un lugar destacado en esa nutrida
historiografía sobre la represión franquista que ha venido apareciendo en los
últimos años.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO
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