PUTIN: TRAS
LAS HUELLAS DE STALIN Y HITLER
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La invasión de Ucrania por el
ejército ruso de Putin está poniendo al mundo bajo la amenaza de una tercera
conflagración mundial en la que la sombra de la guerra nuclear está presente
para la humanidad.
Lo que nos preguntamos hoy casi todos los
ciudadanos del mundo es quién es realmente el autócrata ruso y cómo ha llegado
al poder y sustituido el régimen soviético por una férrea dictadura bajo las
formas de un falso sistema democrático en
el que su voluntad es la ley y se apoya en una oligarquía que se ha enriquecido
con los despojos del régimen estatalizado comunista. Y la sorpresa con que nos
encontramos es que excepto las biografías propagandísticas del dictador ruso
salidas de su entorno, no son muchas las publicadas hasta ahora y menos las que estén escritas por
historiadores profesionales solventes quizás porque el hermetismo que acompaña
siempre a todo régimen autocrático
supone siempre una dificultad añadida difícil de superar.
Por eso, la pregunta de cómo un oficial de
bajo rango del KGB ha llegado a convertirse en un autócrata con todo el poder
en sus manos en el régimen postsoviético sigue en cierta medida desde el punto
historiográfico sin tener una respuesta clara y fundamentada y dada la crítica
situación por la que el mundo está atravesando a causa de sus dictatoriales
políticas sería muy conveniente contar con ella. Aunque sólo sea porque al
enemigo lo primero que hay que hacer para poder vencerlo, es conocerlo.
En ese parcial y desierto escenario biográfico
hay sin duda alguna obra que puede aclararnos algunos puntos oscuros de la
irresistible ascensión de Putin al poder de la Rusia postsoviética, aunque sea
desde una óptica de oposición clara y beligerante con su obra y política, pero
en la que se encuentran muchos datos bien documentados de la persona y la obra
de Putín. Me refiero a la obra publicada en 2012 en España por la editorial
Debate por la activista feminista Masha Gessen titulada El hombre sin rostro. El sorprendente ascenso de Vladímir Putin.
En su biografía, Gessen pasa revista a la infancia de Putin caracterizándolo como
un matón de barrio, pronto a acudir a la violencia en sus relaciones con sus
compañeros, por lo que fue expulsado de la organización juvenil los Jóvenes
Pioneros hasta que a los trece años cambió de actitud y se convirtió en
aplicado estudiante, aunque siempre mantuvo, según la autora, ese carácter
violento que trató de canalizar a través de la práctica del sambo (una especie de lucha o arte marcial para la defensa propia sin
armas) y después del judo.
Su vocación fue desde el principio ser espía y
después de licenciarse en Derecho en la
Universidad de Leningrado, ingresó en la academia del KGB en Moscú, donde se graduó sin apenas
notoriedad y con informes no muy brillantes de sus profesores, como agente de
espionaje. Fue destinado a Alemania Oriental, a Dresde, donde pasó cuatro años
y realizando trabajos burocráticos y sin destacar en su actividad como espía.
A su vuelta a Rusia, ocupa un
puesto elevado en la administración de la Alcaldía de San Petersburgo
convirtiéndose en la mano derecha del alcalde Sóbechack (de cuyo asesinato
posterior se le acusaría). Cargo desde el que parece ser llevó a cabo prácticas
corruptas, aprovechando la necesidad de importar
alimentos que teóricamente cambiaban por materias primas. Se convirtió así en
un miembro más de la corrupta oligarquía que apoyaba el régimen.
En el golpe de estado de 1991 que infructuosamente pretendió dar el
KGB y otros nostálgicos del régimen soviético contra Gorbachov y sus reformas,
Putin tras su alcalde apoyaron al sucesor de aquél: Yeltsin. Lo que le valió
pasar a ser elegido con el apoyo del oligarca Berezouski (después su enemigo
acérrimo) como miembro de la Familia
(término con claras resonancias mafiosas con el que se conocía al grupo dirigente de
Yeltsin). Lo que le llevó a Moscú con un
alto cargo del gobierno del dirigente ruso primero y después, en julio de 1998, es nombrado jefe del
servicio ruso de inteligencia interior (FSB) que sustituye al KGB. Comenzaba
así una carrera política que le llevaría finalmente a ocupar por tres veces la
máxima magistratura del estado postsoviético. Un dato que hoy adquiere un gran
significado es que en el año 2000 cuando toma posesión como presidente de la
Federación rusa el segundo decreto que aprueba su gobierno establece una nueva
doctrina nuclear cuyo contenido hace hincapié en el derecho de utilizar armas
nucleares contra sus agresores “si se han agotado otros medios de solucionar
conflictos o aquéllos se consideran ineficaces”.
Desde una visión diametralmente opuesta, esto es, positiva, equilibrada,
pero también sospechosamente laudatoria y justificadora de la persona y la obra de Putin, el
periodista alemán Hubert Seipel, autor de numerosas entrevistas y un famoso
documental sobre el mandatario ruso, ha publicado una biografía más reciente
sobre Putin, titulada Putin
(memorias y biografías), publicada en España en 2015 por la editorial Marcial Pons.
Seipel
nos presenta a Putin como un
estadista moderado, prudente que trata
de construir, tras el estrepitoso fracaso económico y social del sistema soviético, un régimen democrático
dentro de la idiosincrasia rusa para lo que defiende un nacionalismo que
exprese la identidad histórica rusa, incluyendo, incluso, la alianza con la
Iglesia ortodoxa rusa y su protección. Del mismo modo que en política exterior
ha protestado y se ha opuesto contra el arrinconamiento al que han tratado de
llevar a la Rusia actual Occidente
y Estados Unidos a través de la OTAN Y
la Unión Europea.
Sin duda,
es en este contexto ideológico mencionado en el que debe de entenderse la
reciente invasión militar de Ucrania por
Rusia. Pero sin que desde el mismo haya fundamento ninguno ni pueda nunca justificarse y menos manu
militari la negación del derecho a constituirse y ser independiente una
nación que así lo ha decidido democráticamente.
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