lunes, 7 de marzo de 2022


 

PUTIN: TRAS LAS HUELLAS DE  STALIN Y HITLER                            

JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS

La invasión de Ucrania por el ejército ruso de Putin está poniendo al mundo bajo la amenaza de una tercera conflagración mundial en la que la sombra de la guerra nuclear está presente para la humanidad.

 Lo que nos preguntamos hoy casi todos los ciudadanos del mundo es quién es realmente el autócrata ruso y cómo ha llegado al poder y sustituido el régimen soviético por una férrea dictadura bajo las formas de un falso  sistema democrático en el que su voluntad es la ley y se apoya en una oligarquía que se ha enriquecido con los despojos del régimen estatalizado comunista. Y la sorpresa con que nos encontramos es que excepto las biografías propagandísticas del dictador ruso salidas de su entorno, no son muchas las publicadas hasta ahora  y menos las que estén escritas por historiadores profesionales solventes quizás porque el hermetismo que acompaña siempre a todo régimen  autocrático supone siempre una dificultad añadida difícil de superar.

 Por eso, la pregunta de cómo un oficial de bajo rango del KGB ha llegado a convertirse en un autócrata con todo el poder en sus manos en el régimen postsoviético sigue en cierta medida desde el punto historiográfico sin tener una respuesta clara y fundamentada y dada la crítica situación por la que el mundo está atravesando a causa de sus dictatoriales políticas sería muy conveniente contar con ella. Aunque sólo sea porque al enemigo lo primero que hay que hacer para poder vencerlo, es conocerlo.

 En ese parcial y desierto escenario biográfico hay sin duda alguna obra que puede aclararnos algunos puntos oscuros de la irresistible ascensión de Putin al poder de la Rusia postsoviética, aunque sea desde una óptica de oposición clara y beligerante con su obra y política, pero en la que se encuentran muchos datos bien documentados de la persona y la obra de Putín. Me refiero a la obra publicada en 2012 en España por la editorial Debate por la activista feminista Masha Gessen titulada El hombre sin rostro. El sorprendente ascenso de Vladímir Putin. 

 En su biografía, Gessen pasa revista  a la infancia de Putin caracterizándolo como un matón de barrio, pronto a acudir a la violencia en sus relaciones con sus compañeros, por lo que fue expulsado de la organización juvenil  los Jóvenes Pioneros hasta que a los trece años cambió de actitud y se convirtió en aplicado estudiante, aunque siempre mantuvo, según la autora, ese carácter violento que trató de canalizar a través de la práctica del sambo (una especie de lucha  o arte marcial para la defensa propia sin armas) y después del judo.

 Su vocación fue desde el principio ser espía y después de licenciarse  en Derecho en la Universidad de Leningrado, ingresó en la academia del  KGB en Moscú, donde se graduó sin apenas notoriedad y con informes no muy brillantes de sus profesores, como agente de espionaje. Fue destinado a Alemania Oriental, a Dresde, donde pasó cuatro años y realizando trabajos burocráticos y sin destacar en su actividad como espía. 

A su vuelta a Rusia, ocupa un puesto elevado en la administración de la Alcaldía de San Petersburgo convirtiéndose en la mano derecha del alcalde Sóbechack (de cuyo asesinato posterior se le acusaría). Cargo desde el que parece ser llevó a cabo prácticas corruptas, aprovechando la necesidad de  importar alimentos que teóricamente cambiaban por materias primas. Se convirtió así en un miembro más de la corrupta oligarquía que apoyaba el régimen.

 En el golpe de estado  de 1991 que infructuosamente pretendió dar el KGB y otros nostálgicos del régimen soviético contra Gorbachov y sus reformas, Putin tras su alcalde apoyaron al sucesor de aquél: Yeltsin. Lo que le valió pasar a ser elegido con el apoyo del oligarca Berezouski (después su enemigo acérrimo)  como miembro de la Familia (término con claras resonancias mafiosas  con el que se conocía al grupo dirigente de Yeltsin). Lo que  le llevó a Moscú con un alto cargo del gobierno del dirigente ruso primero y después,  en julio de 1998, es nombrado jefe del servicio ruso de inteligencia interior (FSB) que sustituye al KGB. Comenzaba así una carrera política que le llevaría finalmente a ocupar por tres veces la máxima magistratura del estado postsoviético. Un dato que hoy adquiere un gran significado es que en el año 2000 cuando toma posesión como presidente de la Federación rusa el segundo decreto que aprueba su gobierno establece una nueva doctrina nuclear cuyo contenido hace hincapié en el derecho de utilizar armas nucleares contra sus agresores “si se han agotado otros medios de solucionar conflictos o aquéllos se consideran ineficaces”.

   Desde una visión diametralmente opuesta, esto es, positiva, equilibrada, pero también sospechosamente laudatoria y  justificadora  de la persona y la obra de Putin, el periodista alemán Hubert Seipel, autor de numerosas entrevistas y un famoso documental sobre el mandatario ruso, ha publicado una biografía más reciente sobre  Putin, titulada  Putin (memorias y biografías), publicada en España en  2015 por la editorial Marcial Pons.   

 Seipel  nos presenta a  Putin como un estadista  moderado, prudente que trata de construir, tras el estrepitoso fracaso económico y social  del sistema soviético, un régimen democrático dentro de la idiosincrasia rusa para lo que defiende un nacionalismo que exprese la identidad histórica rusa, incluyendo, incluso, la alianza con la Iglesia ortodoxa rusa y su protección. Del mismo modo que en política exterior ha protestado y se ha opuesto contra el arrinconamiento al que han tratado de llevar a la Rusia actual  Occidente y  Estados Unidos a través de la OTAN Y la Unión Europea.

  Sin duda, es en este contexto ideológico mencionado en el que debe de entenderse la reciente invasión militar  de Ucrania por Rusia. Pero sin que desde el mismo haya fundamento ninguno ni  pueda nunca justificarse y menos  manu militari la negación del derecho a constituirse y ser independiente una nación que así lo ha decidido democráticamente.         

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