EL CHE GUEVARA
DE JUAN JOSÉ BENÍTEZ
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
El conocido ufólogo y
periodista J.J. Benítez acaba de publicar, al calor editorial del
próximo cincuenta aniversario de la ejecución del Che Guevara en Bolivia,
un libro, Tenemos a papá, que podríamos clasificarlo en el género del
periodismo de investigación y en el que narra
la última peripecia guerrillera de Che en las selvas del sureste de
Bolivia, haciendo hincapié en sus últimos días, los de su captura y ejecución en La Higuera ( 9 de octubre de 1967).
Sin duda, el Che es un personaje
histórico y, como tal hay que verlo, y para ello bajarlo desde la nube del
símbolo en que se ha convertido a la tierra
de la historia que pisó y en la
que intervino. Lo que, por cierto, ya han hecho ilustres biógrafos del
revolucionario argentino, que el señor Benítez, parece desconocer como
demuestra su valoración del personaje.
En realidad, lo que ha hecho el autor de “El
caballo de Troya” es precisamente caer en
lo que él mismo denuncia. Trata de desmitificar la figura del Che en su
libro y lo que consigue no es sino ahondar en la mitificación derechista de su
figura. Por favor ¿ quién se puede creer
que Che era un psicópata, un desequilibrado mental muy violento, casi un
sádico, un errático, injusto y muy déspota?
¿ Cómo se puede decir que Che fue
enviado a Bolivia por Fidel Castro en connivencia con la Unión soviética, tras el discurso antisoviético de Che en
Argel, con el fin de que lo mataran y concluir
que aunque no hubo ninguna orden
escrita sí fue Fidel el autor
intelectual de su muerte? ¿ No es contradictorio apuntar que Che no tenía nada de idealista y a la vez decir
que se marchó a Bolivia con el fin de expandir desde allí el comunismo a toda
América Latina? Y ¿dónde demuestra
fehacientemente lo que él considera su gran aportación a la biografía de Che:
que sus restos no son los que están
enterrados en Santa Cara?. Sin datos documentales fiables, las mismas
posibilidades hay para decir esto que lo contrario.
Quizás lo único cierto que se apunta en el libro es la declaración de uno
de los informantes del autor, compañero de guerrilla de Che, sobre lo que éste les
contó acerca de la autoría del asesinato
de Kennedy. El mítico guerrillero y
revolucionario argentino parece ser que
en una conversación informal con sus compañeros de guerrilla atribuyó esa
autoría a los anticastristas. Pero esto
sólo parece una verdad parcial. Porque lo que cada vez parece más claro, contra
la interpretación oficial, ratificada, incluso, con motivo del cincuenta
aniversario del magnicidio, es que éste fue el resultado de una conspiración en
la que los anticastristas solo fueron, en realidad, un mero elemento instrumental de
la conspiración y de su ejecución, Todo
parece indicar que la conspiración nació de más arriba y que en ella estuvieron
complicados importantes sectores de las elites militares, económicas y
políticas norteamericanas, amén de la Mafia.
Si lo que es condición necesaria, aunque no suficiente, para valorar la bondad de cualquier escrito
histórico o del periodismo de investigación es la
utilización de fuentes primarias de calidad, no sesgadas, incluyendo visiones
contrapuestas, el escrito de Benítez no
sólo no la cumple, sino que en cierta medida trata de ocultar esa condición
parcial de las que utiliza.
Su visión y valoración de los últimos días de Che
la realiza el autor, sobre todo, a partir de dos informantes cuya identidad oculta con nombres supuestos con la justificación de
su seguridad cuando, en realidad, esa identificación es fácilmente comprobable
por cualquiera que conozca medianamente la biografía del revolucionario
argentino o concretamente su episodio guerrillero en Bolivia. Lo que oculta, en realidad, es la
condición de testigos parciales de esos
informantes para aquellos lectores que
no tengan apenas conocimientos sobre esos hechos. El tercer informante, Saturno, es el coronel del ejército
boliviano que dirigió las operaciones para la captura de Che.
El informante Roselló, el guerrillero cubano que participó en la guerrilla en
Bolivia, no es otro que Daniel Alarcón Ramírez, alias Benigno, un guajiro analfabeto que se unió a los barbudos en
Sierra Maestra y al que Che enseñó a leer y escribir y desde entonces se
convirtió en su estrecho colaborador. Superviviente del enfrentamiento con el
ejército boliviano, regresó a Cuba con todos los honores, pero terminó
enfrentándose a Fidel acusándole de ser el responsable de la muerte de Che,
pero manteniendo aún su respeto y valoración positiva de su mentor. Se exilió a
Paris y publicó, entre otros libros, Memorias
de un soldado cubano, donde mantiene la referida tesis de la culpabilidad
de Fidel en la muerte del guerrillero argentino. Sin embargo, esa actitud de
respeto hacía Che dio un profundo giro en sus últimos años, pasando a otra más
crítica hacia su obra y persona, como
demuestra este libro.
La parcialidad del otro informante
es todavía más evidente. Se trata del agente de la CIA presente en los sucesos
de La Higuera, el llamado Mendi que no es sino Félix Ismael Rodríguez, coronel de la CIA, que
fue un personaje importante en el grupo anticastrista de Artime, el MRR; que entrenó y pagó la Agencia y realizó desde Guatemala
numerosas operaciones, contra la Cuba castrista, entre otras, la participación
en el alevoso ataque en 1964 al buque español “Sierra Aránzazu”, ametrallando sin advertencia previa a la desarmada tripulación del barco español
y causando la muerte del capitán y dos oficiales. Acción que el tal Rodríguez
ha atribuido siempre a una confusión. Lo que hoy sabemos que no fue así.
La parcialidad de los informantes que Benítez
oculta bajo seudónimos es evidente: de ahí el relato distorsionado que nos
ofrece su libro. Esperemos que sus investigaciones sobre los ovnis, las casas encantadas y las
psicofonías respondan a criterios más fundamentados que la visión de Che que
nos presenta en este libro.
(Publicado en el suplemento cultural de La Nueva España, de Oviedo)
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