ISLAMOFOBIA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Los atentados yihadistas en Cataluña
han desatado una ola de islamofobia que recorre toda España y no sólo se
manifiesta en ataques a las mezquitas y
agresiones a ciudadanos islámicos, sino que también impregna las páginas
y los ecos de determinaos medios de comunicación e incluso las declaraciones de
ciertos políticos e intelectuales de la
derecha y la ultraderecha ( basta recordar las odiosas declaraciones del líder
del PP en Cataluña Xavier García Obiols)
haciendo extensibles a todos los musulmanes las responsabilidades de los sangrientos atentados de Barcelona y
Cambrils. Los ecos han llegado incluso hasta las páginas de algún periódico de
nuestra propia región, una región que se
ha caracterizado siempre por una actitud abierta no sólo con los musulmanes,
sino con todas las personas que habitan entre nosotros procedentes de otros
países, culturas y religiones.
Pero es cierto que
esas expresiones de odio y falta de humanidad donde campan por sus respetos al amparo de la
impunidad son, sobre todo, a través de las redes sociales que se han convertido
en verdaderos vomitorios de odio y sinrazón que depositan su nauseabunda
información en todos los dispositivos electrónicos y llegan, querámoslo o no, a
nuestros artilugios receptores difundiendo entre algunos prejuicios y falsas
informaciones que van calando lentamente
en sus cabezas creando una mentalidad de prejuicios y xenófoba que ha servido siempre como caldo de cultivo
inicial para difundir la mentalidad fascista.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en España, como demuestran los
observatorios estadísticos, esa islamofobia no tiene su origen en los recientes
atentados, sino que ya en 2016 se había
experimentado un sustancial incremento de
ese racismo antiislámico. Dato especialmente significativo que demuestra
que estamos no ante un problema
coyuntural, sino de fondo de profunda gravedad que es necesario atajar por
todos los medios posibles.
Y es también cierto que analizados a fondo
esos prejuicios son fácilmente desechables y no tienen razón ni fundamento,
además de responder a un sistema de
valores antidemocrático y totalmente contrario a los valores humanos en que se
fundamentan todos los códigos políticos
que sustenta nuestra manera de
entender la vida y son la raíz de nuestras sociedades.
Que los más castigados por la ola terrorista
de los yihadistas son los propios musulmanes es tan evidente que sólo basta
leer las estadísticas de sus víctimas en países musulmanes para ser conscientes que los verdaderos
sufrientes de sus acciones son los propios musulmanes. Que el Islam es hoy una
religión de paz que difunde, como todos los matices que se quiera, como ocurre
también con otras religiones, valores perfectamente compatibles con las que rigen nuestras sociedades, es
fácilmente comprobable con la adaptación y convivencia de su modo de vida en las
sociedades occidentales, dejando a un lado, claro es, los valores rigoristas
que algunas tendencias extremistas pretender defender (estando aún lejos
de los delirios de los yihadistas)
,aunque vayan contra los derechos humanos.
Que el terrorismo yihadista es
alimentado por determinados emiratos con una finalidad puramente instrumental y
material en relación con la explotación y los beneficios del petróleo, nos
parece a muchos incuestionable. Negar
que los propios países occidentales han puesto las bases para el surgimiento de
ese movimiento terrorista con sus políticas contradictorias, sus
intervenciones militares interesadas en los países musulmanes, sus
ventas de armas a los países que apoyan a los yihadistas, es analizar la
situación desde la óptica ideológica del capitalismo neoliberal imperante y obtener
a través de ella una visión distorsionada de la
realidad.
Visión interesada y distorsionada que, como está ocurriendo hoy tras los
atentados en Cataluña, está llevando a los gobiernos a tratar de disponer
únicamente medidas preventivas para
evitar los ataques terroristas, pero no para poner fin a las causas
estructurales que están en su origen. De esas no se habla porque sería poner en
peligro los intereses imperialistas ( sí, sí, lo digo bien, alto y claro) del
mundo occidental en los países musulmanes. Esperemos que en España al menos se les ocurra también tratar de disponer medidas culturales
para la población en general y en la escuela en particular para poner fin a esa
ola de islamofobía que comienza ya a recorrer España y amenaza anegarla.
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