lunes, 11 de septiembre de 2017



                                          ISLAMOFOBIA
                                                JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS




Los atentados yihadistas en Cataluña han desatado una ola de islamofobia que recorre toda España y no sólo se manifiesta en ataques a las mezquitas y  agresiones a ciudadanos islámicos, sino que también impregna las páginas y los ecos de determinaos medios de comunicación e incluso las declaraciones de ciertos políticos e intelectuales  de la derecha y la ultraderecha ( basta recordar las odiosas declaraciones del líder del PP en Cataluña Xavier García Obiols)  haciendo extensibles a todos los musulmanes las responsabilidades  de los sangrientos atentados de Barcelona y Cambrils. Los ecos han llegado incluso hasta las páginas de algún periódico de nuestra  propia región, una región que se ha caracterizado siempre por una actitud abierta no sólo con los musulmanes, sino con todas las personas que habitan entre nosotros procedentes de otros países, culturas y religiones.
    Pero es cierto que  esas expresiones de odio y falta de humanidad  donde campan por sus respetos al amparo de la impunidad son, sobre todo, a través de las redes sociales que se han convertido en verdaderos vomitorios de odio y sinrazón que depositan su nauseabunda información en todos los dispositivos electrónicos y llegan, querámoslo o no, a nuestros artilugios receptores difundiendo entre algunos prejuicios y falsas informaciones que van calando lentamente  en sus cabezas creando una mentalidad de prejuicios y xenófoba que  ha servido siempre como caldo de cultivo inicial para difundir la mentalidad fascista.
  Sin embargo, hay que tener en cuenta que en España, como demuestran los observatorios estadísticos, esa islamofobia no tiene su origen en los recientes atentados, sino  que ya en 2016 se había experimentado un sustancial incremento de  ese racismo antiislámico. Dato especialmente significativo que demuestra que estamos  no ante un problema coyuntural, sino de fondo de profunda gravedad que es necesario atajar por todos los medios posibles.
 Y es también cierto que analizados a fondo esos prejuicios son fácilmente desechables y no tienen razón ni fundamento, además de  responder a un sistema de valores antidemocrático y totalmente contrario a los valores humanos en que se fundamentan todos los códigos políticos  que  sustenta nuestra manera de entender la vida y son la raíz de nuestras sociedades.
 Que los más castigados por la ola terrorista de los yihadistas son los propios musulmanes es tan evidente que sólo basta leer las estadísticas de sus víctimas en países musulmanes  para ser conscientes que los verdaderos sufrientes de sus acciones son los propios musulmanes. Que el Islam es hoy una religión de paz que difunde, como todos los matices que se quiera, como ocurre también con otras religiones, valores perfectamente compatibles  con las que rigen nuestras sociedades, es fácilmente comprobable con la adaptación y convivencia de su modo de vida en las sociedades occidentales, dejando a un lado, claro es, los valores rigoristas que algunas tendencias extremistas pretender defender (estando aún lejos de  los delirios de los yihadistas) ,aunque vayan contra los derechos humanos.
Que el terrorismo yihadista es alimentado por determinados emiratos con una finalidad puramente instrumental y material en relación con la explotación y los beneficios del petróleo, nos parece a muchos  incuestionable. Negar que los propios países occidentales han puesto las bases para el surgimiento de ese movimiento terrorista con sus políticas contradictorias, sus intervenciones  militares  interesadas en los países musulmanes, sus ventas de armas  a los países que  apoyan a los yihadistas, es analizar la situación desde la óptica ideológica del capitalismo neoliberal imperante y obtener a través de ella una visión distorsionada de la  realidad.
 Visión interesada y distorsionada  que, como está ocurriendo hoy tras los atentados en Cataluña, está llevando a los gobiernos a tratar de disponer únicamente medidas preventivas  para evitar los ataques terroristas, pero no para poner fin a las causas estructurales que están en su origen. De esas no se habla porque sería poner en peligro los intereses imperialistas ( sí, sí, lo digo bien, alto y claro) del mundo occidental en los países musulmanes. Esperemos que en España  al menos se les ocurra  también tratar de disponer medidas culturales para la población en general y en la escuela en particular para poner fin a esa ola de islamofobía que comienza ya a recorrer España y amenaza anegarla.

  (Artículo publicado en las páginas de Opinión de La Nueva España, de Oviedo)   

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