RÉQUIEM
POR UNA LIBRERÍA
Julio Antonio Vaquero Iglesias
Me escribe Julio Rojo,
el actual propietario de la centenaria Librería Ojanguren, anunciándome su
cierre definitivo en Septiembre y la noticia me produce la angustia que me
generan las noticias sobre la frecuente desaparición de librerías de cierta
tradición que la crisis económica y los
nuevos modos de venta de libros por
internet está originando al avizorar con ello el próximo final de lo que
algunos de aquellos establecimientos significaron para los que éramos asiduos
clientes de ellos. Una verdadera librería era para nosotros, como lo fue Ojanguren, no sólo un “comercio”
de venta y compra de libros, sino un lugar de culto dada su función de
transmisión de cultura en el que se podían seguir las novedades editoriales
que exhibían sus anaqueles, mientras aquello fue posible, hojear los libros y
diseñar nuestro programa de lecturas mensual o trimestral.
Pero era también, como en algunas de aquellas librerías de antaño, un lugar de sociabilidad, de encuentro, de
intercambio cultural y hasta de mentidero donde uno podía enterarse de sabrosas
noticias y toda clase rumores sobre el mundo cultural, profesional y político.
Fue, sin duda, también nuestra librería una verdadera institución cultural por su
atención a las demandas de libros de la Universidad ovetense, sobre todo, de
obras y libros de texto de Derecho, Lengua e Historia de la Literatura y Ciencias
Sociales Y de obras y libros de texto
para los institutos de enseñanza secundaria de nuestra ciudad. Y lo fue también
con su provisión de libros para las
bibliotecas públicas, las facultades
universitarias y los institutos. Así como la especial atención que
siempre dedicó a los libros de origen o temática asturiana.
Esa angustia que me produce la noticia de ese
cierre como principio del fin de esa
clase de librerías como lo fue Ojanguren
se desdobla también en una profunda nostalgia de lo que significó para mi vida
como para las de otros muchos de
nosotros ese establecimiento. La visita semanal constituía un elemento esencial
del ritual de nuestra vida, como lo podían ser la asistencia al cine o al
teatro o a cualquier otra actividad cultural. Repaso las estanterías de mi biblioteca personal y
los alrededor de 2500/3000 libros que la componen y calculo que al menos un 60/70% tienen su procedencia de la librería ovetense.
Lo que significa que gran parte de mi bagaje cultural ha tenido su origen en
libros adquiridos en esa librería.
En ella, he hecho amigos o he encontrado a
otros cuyo contacto creía ya haber perdido; en ella se han vendido mis libros o he logrado encontrar gracias a
la eficacia de su personal otros que eran de difícil localización o tenían
procedencia extranjera. En ella, he constatado cómo la confianza que la
librería que depositaba en sus clientes era plena como ocurría con el servicio
que te permitía llevarte a tu domicilio los libros en examen para saber si te
interesaban o no. En ella, en fin, he sentido esa inefable sensación, que sólo
pueden entender los que amamos a los libros, de encontrar y acariciar el libro
que buscábamos o la que produce el hallazgo inesperado del libro desconocido
que descubrimos por azar curioseando por las estanterías.
Y qué decir de los profesionales que atendían la librería. Eran, en
general, además de eficientes, personas de gran amabilidad y buen trato. No ha
habido consulta sobre publicaciones, títulos y pistas de libros sobre cualquier tema que no te resolviese José María, una de las
personas que he conocido que más saben de libros y del mundo editorial. La
relación con los trabajadores se convertía en muchas ocasiones en amistad y uno
recuerda, por citar sólo algunos de los últimos años, y aunque sea por ello
injusto con otros muchos, a Begoña, uno de los puntales de la casa. O a
Cristina y Lilián, dos grandes
profesionales del mundo de los libros, además de personas entrañables y amigas
ya para siempre. Porque con ellas se cumple la tradición de que las relaciones
de amistad que se hacen en torno a los libros son eternas.
Puede estar seguro el señor Rojo que su
librería, en su etapa y a lo largo de toda su historia, cumplió con creces esa
labor de institución difusora de cultura, que está muy por encima de su función
como mero negocio de venta libros y, por ello, forma ya parte ineludible de la
historia cultural de Oviedo. Y que su positivo recuerdo es ya parte de la
memoria de varias generaciones de lectores ovetenses y asturianos.
(PUBLICADO EN LAS PÁGINAS DE
OPINIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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