MARCOS ANA, POETA DE LA DIGNIDAD
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
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MARCOS ANA |
23
años estuvo preso en las cárceles franquistas Marcos Ana (Fernando Macarro
Castillo), de los 19 a los 41
años, toda su juventud y parte de su vida adulta. Sentenciado
a muerte en dos ocasiones e indultado por los tribunales franquistas y
conmutada su sentencia por una condena de 30 años, Marcos Ana (pseudónimo compuesto con
los nombres de su madre y de su padre)
fue el único preso que en 1961,
cuando fue excarcelado, cumplía en la
prisión de Burgos la condición establecida por el indulto del gobierno
franquista: llevar más de 20 años ininterrumpidos en las cárceles de España.
Marcos Ana ostenta
el triste honor de ser el decano de los presos políticos del franquismo. Pero, como
nos cuenta ahora en estas memorias el poeta comunista, su verdadero
honor fue haber sido la voz y el símbolo de los presos políticos franquistas
hasta la muerte del dictador. Y no sólo después de haber sido puesto en
libertad, sino, y esto es lo más llamativo y extraordinario, sino antes, durante
su propio cautiverio, utilizando para ello, como único instrumento, su poesía.
Marcos Ana se hizo poeta en la cárcel. Más concretamente, se inició en la
poesía en una celda de castigo, cuando
sus compañeros lograron introducir en su colchón algunas páginas sueltas con poemas de Neruda. Alberti y Machado, que, después de
leer y releer mil veces, despertaron en él su sensibilidad poética y le llevaron
a construir sus propios poemas memorizándolos. Cuando los puso después sobre el
papel y los dio a conocer a algunos de sus compañeros de cárcel poetas, éstos
le animaron a seguir escribiendo y a
sacar sus poemas al exterior para convertir sus versos en la voz de los miles y
miles de presos políticos encarcelados.
Así, de manera
clandestina, de diversas formas, y con el apoyo de Rafael Alberti y Maria
Teresa León, sus poemas se fueron difundiendo en el exterior y convirtieron a
Marcos Ana, desde la cárcel, en un poeta consagrado, cuya voz traspasaba los
muros de la prisión y llegaba a todos aquellos que en Europa o en América combatían la dictadura
franquista. Sus poemas eran no sólo la
voz desgarrada y angustiada de quien no tenía libertad como decía en su poema
“Mi corazón es patio”, dedicado a Maria Teresa León, que comenzaba con estos
versos: La tierra no es redonda/ es un
patio cuadrado/ donde los hombres giran/ bajo un cielo de estaño. Sino también poesía militante que secundaba
desde la cárcel la lucha contra el franquismo, como aquel poema que escribió
desde la prisión de Burgos con motivo de
la huelga minera de 1957 en Asturias: Mineros del mundo ¡Alerta¡/ Del corazón de
las minas/ subid a la luz de España/ porque Asturias está en Huelga./ Asturias,
siempre es Asturias/ de los pies a la cabeza/ (…) .
Tras ser excarcelado en 1961, Marcos Ana
consiguió pasar a París, desde donde realizó en los años siguientes una intensa
campaña de solidaridad con los presos políticos del franquismo, pidiendo su
amnistía y la democratización para España. Esa actividad le llevó por toda Europa
y parte de América Latina y a través de ella llegó a conocer a algunos
los más destacados líderes políticos e intelectuales del momento.
Ninguna tan emocionante para él, desde luego, como su encuentro en Isla Negra,
con Pablo Neruda, quien a su salida de la cárcel le había dirigido una emotiva carta. Posteriormente y hasta la muerte de Franco, Marcos Ana fue,
con Teodulfo Lagunero, el alma de del CISE, organización dedicada a la
solidaridad con las víctimas de la represión franquista, cuyo presidente de Honor
fue el propio Pablo Picasso.
Marcos Ana fue
este año candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Como
demuestra esta memoria de su prisión y de su vida, había sobradas razones para
concedérselo. Siempre defendió la reconciliación entre los españoles y la única
venganza a la que ha aspirado sobre aquellos
que le robaron la mitad de su vida y le llevaron hasta olvidar cómo es
un árbol, es la del triunfo de sus ideales. Pero, sobre todo, como dice José
Saramago en el prólogo de estas memorias que van ya por su 5ª edición, Marcos
Ana es el poeta de la dignidad. Nosotros hemos podido decirle cómo es un árbol,
pero él nos ha dado con su vida una profunda lección de dignidad.
( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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