ALAS ADENTRO
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
La mejor y más completa biografía de Clarín
concebida como “escritura viva”
A
Cristina Alas, nieta de Clarín e hija del rector Alas ,compañera de claustro docente y amiga de tantos años,
quien ha sobrellevado con encomiable dignidad el silencio impuesto sobre la
ignominiosa muerte de su padre y conservado
celosamente la memoria de su
abuelo.
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LEOPOLDO ALAS, CLARIN |
La asturiana editorial Ediciones Nobel cierra la edición de
las obras completas de Leopoldo Alas Clarín con la publicación de su
biografía, Leopoldo Alas, Clarín, en sus palabras (1852-1901),
cuyo autor es el profesor e investigador y catedrático francés, Yvan
Lissorgues, uno de los grandes especialistas en la obra periodística del autor
asturiano.
Biografía interna y abierta
Dedicar más de mil páginas al
análisis de la vida de Leopoldo Alas sólo tiene sentido si se considera que el
pensamiento de Clarín es la parte fundamental de su biografía. Su vida
externa como catedrático de provincias, buen padre y esposo, apenas tiene
interés, aún incluso teniendo en cuenta sus debilidades humanas como su afición al juego o su talante
harpagónico, de excesivo apego por el dinero, rasgos que, en realidad, según su
biógrafo, han sido también en cierta medida exagerados. Su vida intelectual
fue, en cambio, de una gran riqueza. Leopoldo Alas fue mucho más que un
importante creador, un conocido y temido crítico literario, además de un
reconocido catedrático universitario. Su vida
fue, sobre todo, como se decía entonces, la de un “escritor público”,
esto es, un “intelectual” avant la lettre de que su admirado y discutido Zola pusiese en
circulación tal término.
En efecto, Leopoldo Alas vivió
creando y pensando y lo hizo con una clara vocación de intervenir en la vida
pública y cultural de su tiempo. Y, hecho, fue uno de los más destacados
intelectuales republicanos de su época como periodista defensor de los ideales
democráticos del sexenio y opositor al
sistema oligárquico de la Restauración
De ahí, la pertinencia y la importancia
de contar con una biografía como ésta.
Esto es: una biografía intelectual que no sólo rebasa sino que incorpora
dándole un sentido más preciso a su faceta de creador literario.
El biógrafo no trata aquí - como es lo canónico en el género biográfico
o, al menos, lo más frecuente- de
proporcionarnos una visión cerrada, objetiva, de la vida de su
personaje, sino de darle la voz y la
palabra y dejar que sea el lector el que forme su opinión sobre el biografiado
a través de la lectura de sus escritos y el seguimiento de su peripecia vital.
Que sea, incluso, el mismo lector el que
de respuesta por sí mismo a los
numerosos interrogantes que plantean aquellos aspectos de su pensamiento y comportamiento que no tienen
una contestación unívoca Para
ello, su biógrafo ha tratado de utilizar una estrategia intermedia entre la
perspectiva objetiva y la subjetiva: deja hablar a Leopoldo Alas, Clarín,
pero a la vez contextualiza su pensamiento y obra creativa en el marco
biográfico personal e histórico en que discurre su vida.
Estamos, pues, ante una biografía
interna y abierta del escritor asturiano, una “escritura viva”, que es lo que
significa literalmente biografía. De ahí lo adecuado, por preciso, de su título, Leopoldo
Alas, Clarín, en sus palabras Como oportuna es
también la emocionada dedicatoria que el autor dirige al hijo de Clarín,
el rector Alas. Dedicatoria que modificando su puntuación y persona
verbal, podría convertirse en otra apócrifa de padre a hijo de profunda
significación: "En memoria de Leopoldo Alas Argüelles, Polín, víctima
de una barbarie que nunca pude imaginar”. Clarín, su padre.
Clarín en sus actos
Como hemos dicho, Lissorgues ha renunciado a
ser un biógrafo omnisciente. Pero de ello no se deriva una biografía proteica,
postmoderna, de cuya lectura cada lector pueda sacar la imagen del Clarín
escritor, del Leopoldo Alas intelectual que mejor combine con su ropaje
ideológico. Ése es su mayor mérito. Porque de
las palabras que delinean el pensamiento de LA, Clarín, Zoilito y sus otros pseudónimos contrastadas con su
peripecia vital emerge ante el lector un único Leopoldo Alas. Un intelectual
profundamente coherente, un espíritu libre y un librepensador que defiende a
pluma e idea su derecho al “libre examen”, como se decía en la época. Un
“escritor público” imbuido de una ideología progresista, que todavía valorarían
los neoconservadores de hoy como excesivamente avanzada; demócrata, de
arraigadas y tempranas convicciones republicanas. Católico liberal, sincero y
profundo y a la vez crítico acerbo de la Iglesia tradicional y de sus ritos
externos. Debelador de neos (católicos antiliberales tradicionales) y mestizos
(católicos antiliberales colaboracionistas con el sistema liberal). Pero
también furibundo crítico de Cánovas y la “comedia” – el término es suyo- de la
Restauración.
Pero, sobre todo y más allá de su causticidad polémica al servicio de la
lucha ideológica, Clarín fue un
intelectual de elevados vuelos, riguroso y profundamente crítico con la
realidad que le tocó vivir. Además de un literato que triunfó en todos los géneros que practicó,
desde la crítica literaria y el periodismo hasta el cuento y la novela, menos,
paradójicamente, en aquel que él siempre
quiso descollar: el género dramático.
Ése es el Clarín indubitable que la paleta de Lissorgues, cual pintor
impresionista, consigue que el lector
construya por sí mismo en su retina mental. En efecto,esta biografía, aunque no
pueda ni deba considerarse como definitiva, porque, entre otras cosas, su
propio contenido abre nuevas y matizadas miradas y preguntas sobre el escritor
y su obra, deja claro que en lo substancial no hay otro Clarín que éste.
Lo entendió bien la derecha reaccionaria del pasado que persiguió su memoria y
trató de enterrarlo fuera del panteón oficial, en el corralito de la historia,
de modo análogo a como en aquel entonces
se inhumaba aparte, fuera de la tierra sagrada, a los que pensaban por
sí mismos y morían al margen del dogma
eclesial y oficial. Pero también lo
comprendió así la derecha actual que, en su ya abandonado y olvidado
viaje hacia el centro, ni siquiera trató de
patrimonializar ni apropiarse de su figura, como lo intentó, por ejemplo
y entre otras, con las de Jovellanos, Azaña o Rafael Altamira.
Sin duda, esta biografía de Lissorgues
es una importante y excelente
contribución para que Clarín repose donde es debido. En el panteón de
escritores ilustres e intelectuales
honestos y coherentes que ha dado la historia de España.
CLARIN, REPUBLICANO
J. A. V. I.
.
El republicanismo ha estado vinculado históricamente
con la implantación de la democracia. Mientras que la monarquía constitucional
ha sido, en cambio, la fórmula política ligada al liberalismo doctrinario y
oligárquico. Leopoldo Alas fue precozmente proclive al ideario democrático y
por ello también partidario del sistema republicano. En ese sentido, Leopoldo
Alas, Clarín, fue, podemos decir, republicano por demócrata.
Alas fue ya un
republicano precoz como demuestran las páginas de su particular periódico Juan
Ruiz, en el advenimiento de La Gloriosa y cuando él
estudiaba todavía bachillerato. Y después, un joven intelectual que apoyó las revolucionarias transformaciones del sexenio democrático. Ese
corto e intenso período histórico coincidió grosso modo con su estancia
en Madrid como estudiante de Filosofía y Letras y de Doctorado. Esos pocos años fueron decisivos en su biografía. Durante ellos pone
las bases de su fama y
reconocimiento posterior como uno
de los más destacados periodistas políticos y crítico literario de la Corte, a
la vez que experimenta un proceso de maduración intelectual, política y
religiosa en su contacto con los catedráticos krausistas de la Universidad
Central: Salmerón, Giner y Azcárate, sobre todo.
Restaurada la
monarquía en la persona de Alfonso XII bajo la tutela de Cánovas, y con ella el
liberalismo doctrinario oligárquico, Clarín siguió defendiendo los
ideales republicano-democráticos del sexenio. Apoyó el proyecto de unidad
de las diferentes fracciones del republicanismo histórico español y se
opuso, en principio, a los planteamientos posibilistas- esto es, de
colaboración con el régimen de la Restauración- de Castelar. Pero terminó, finalmente, entrando en el
Partido Republicano posibilista castelarino
y no en el de Salmerón en el que militaba el grueso de los más destacados
intelectuales republicanos krausistas.
Sin embargo, nunca aceptó la decisión de su jefe político de disolver el
partido e integrarse en las filas del Liberal de Sagasta: “ Estoy-
escribió Clarín al respecto- entre los que, si no por historia, por
conciencia, continuamos siendo republicanos, pero castelarinos, con toda la
benevolencia que se quiera para los liberales, menos el horror monárquico. Consta,
pues, que usted no me disuelve”
MARTILLO DE CACIQUES
J.V.I.
Clarín fue un inmisericorde y brillante martillo de caciques
asturianos como, entre otros, el conde de Toreno y Alejandro Pidal. Al primero,
aludiendo a sus parciales nombramientos de catedráticos como ministro de Fomento,
se refirió con aquel “Buen Toreno te dé
Dios, hijo” que le valió no ser designado por él para una cátedra en la
Universidad de Salamanca cuando había
sido el primero de la terna propuesta por el Tribunal. De Alejandro Pidal, el
cacique de Villaviciosa, tiene menciones
de ingenio y sarcasmo antológicas como aquella que escribió al enterarse que el
político conservador asturiano iba a ser recibido como académico de la Lengua con un discurso sobre
Fray Luis de León:” Todos esos elogios de Fray Luis de León suenan a hueco.
Ser religioso de veras es más difícil de lo que Pidal piensa; para ello se
necesita no pasar la vida repartiendo estanquillos a los electores y
persiguiendo a los enemigos políticos”.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL "cULTURA" DE LA NUEVA ESPAÑA
ESPAÑA, DE OVIEDO)
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