LA
PASIÓN DE JOVELLANOS
JULIO ANTONIO VQUERO IGLESIAS
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Escena de "Jovellanos, la pasión ocultga" |
Entre los actos que se están celebrando con
motivo de la conmemoración del bicentenario de la muerte de Jovellanos, el de
mayor valor cultural, junto con la exposición sobre el prócer gijonés, o, al
menos, el más sugerente y novedoso es la representación de la
obra teatral Jovellanos. La pasión oculta que
es una adaptación para esta
conmemoración Ana Cristina Tolivar Alas de la obra del bioquímico gallego
José Rodríguez Carracido (1856-1928) Jovellanos,
Ensayo dramático-histórico, editada en Madrid en 1893. La obra ya se ha
representado bajo la dirección y puesta
en escena de Andrés Presumido por la compañía
Odisea Teatro en Puerto de Vega,
Cangas de Narcea, Mieres, Avilés, El Entrego. Y el viernes 18 se escenificará en Oviedo, en el
Teatro Filarmónica y el 28 de octubre en Gijón, en el Centro Cultural de El
Llano.
Carracido fue el primer
catedrático de bioquímica que hubo en la Universidad española y desempeñó los
cargos de decano de la Facultad de Farmacia y rector de la Universidad Central
y senador por el Partido Liberal, Como escritor e intelectual estuvo vinculado
a la Generación del 98. Además del drama sobre Jovellanos, escribió una novela
autobiográfica, La muceta roja, y de unas Memorias inconclusas. Fue muy conocida la polémica que tuvo en la
prensa con el cardenal asturiano y gran filósofo escolástico, fray Ceferino
González entonces arzobispo hispalense, sobre la antigüedad del hombre en el
contexto del debate sobre el darwinismo que hubo en España a finales del siglo
XIX. Polémica que comentó Clarín dad con su ironía y habitual agudeza:” Por algo parecido a lo que dejo explicado,
por la lucha del arzobispo con el filósofo, creo yo que puede haberse vuelto
loco fray Ceferino, y en su caso, haber presentado la dimisión. Y no
ciertamente por lo que haya dicho el doctor Carracido, el cual si hubiese
arzobispos de la Facultad de Farmacia sin duda llegaría a serlo, pues sus
méritos le llevarían tan arriba. Y una vez arzobispo de Farmacia, viviría muy
tranquilo, sin pensar en dimisiones; porque es de los que no dudan, de los que
dividen el mundo en antiguo y moderno, de los que creen firmemente que esto
mató aquello, de los que tienen una
opinión como una bandera, de la arcilla de que se hacen los arzobispos, los
papas y los buenos positivistas” (“Revista mínima” en La Publicidad, nº 4.208, 13 de septiembre
de 1889). Clarín le tenía como amigo y le estimaba como científico, a
pesar de las diferencias filosófico- ideológicas que les separaban (él
positivista spenceriano y Alas, krausista). Y a
él hace referencia en sus famosos
Paliques
en varias ocasiones (1).
La razón del interés y hasta la admiración del ilustre bioquímico
gallego por Jovellanos que le movió a escribir su obra dramática sobre el
ilustrado asturiano puede basarse en cierto paralelismo que existe entre sus
vidas. Como Jovellanos con su “destierro” a Asturias entre 11790-1797 y su
posterior prisión de ocho años en Mallorca, Carracido también parece ser que
sufrió a su modo la arbitrariedad del poder cuando fue destinado como
veterinario militar que era al Peñón de
Vélez de la Gomera por desavenencias con sus superiores, llevándole a pedir su
baja del ejército. Pero sul interés por el gijonés se debió, sobre todo, a su
propia desconfianza en la política y los políticos de su tiempo y al valor que atribuía . El drama lo escribe
poco después de su fracaso político para ser elegido diputado por el Partido
Liberal, por la facción de Cristino Martos y tras su fracaso de conseguir una
reordenación de los estudios universitarios para introducir la práctica
experimental en los estudios científicos. Y concibe su obra con una clara
intencionalidad política. Los valores que defendió y la
coherencia de su vida personal y publica eran para idoiCarracido los
idóneos para la regeneración política y económica la España de su tiempo lego
como s útiles.como medio para regenerar la patria, la probidad y
honestidad ica con el corrupto régimen
de la Restauración (de ahí quizás también su sintonía con Clarín su más acerbo
crítico), al que parece que quiere representar en aquella corte de los milagros
y de las inmoralidades de Carlos IV, en la que era difícil que pudiera salir
con bien- a pesar de su reconocimiento y popularidad o precisamente por eso- un
hombre de honradez acrisolada como Jovellanos
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