![]() |
LAS LÁGRIMAS DE CARMEN SUÁREZ
Julio Antonio
Vaquero Iglesias
En estos tiempos de políticos de
escaso nivel intelectual y moral, no es muy habitual que uno de sus miembros
muestre una actitud y una sensibilidad fuera de lo común en el ejercicio de su
labor, sobre todo, cuando se avecina en el horizonte, parece ser, su relevo en
el cargo que ha venido desempeñando como consejera de Educación.
No podría ser de otra manera para
los que la conocemos y nos consideramos sus amigos y sé que no le gustarán las alabanzas que le
dedico en este escrito, pero creo que es de justicia hacerlo, sin que haya en
mi ánimo el menor intento de lisonja hueca o “pelotismo” político, sino
solamente el de reconocer, al menos en mi opinión, sus méritos y su valía, una
vez que parece ser que ha finalizado su labor como consejera de Educación.
Sé que desde muchos sectores educativos se han
criticado sus medidas y actuaciones públicas
y no tengo ni pruebas a favor o en contra para para aceptarlas o
rechazarlas. Pero lo que se me reconocerá por todos, incluso por sus
adversarios políticos y sindicales, es que la coyuntura en que ha realizado su
labor directiva, ha sido con mucho la más dura y difícil que podría haber
tenido un consejero en una tarea que si en
coyunturas normales ya es difícil de por sí, en medio del impacto brutal
causado por la pandemia sobre el sistema educativo, presentaba dificultades
verdaderamente extremas y difíciles de superar.
Sé a ciencia cierta que esas lágrimas que ha vertido nuestra consejera
son una muestra cierta de su sensibilidad y de su dedicación a pleno
rendimiento en favor de la educación y la enseñanza asturianas.
Lo ha demostrado mil y una veces en
su labor anterior como inspectora de educación y también, cómo no, como
destacado miembro del feminismo asturiano, de cuya trayectoria historiográfica
es una profunda conocedora, como demostró en su tesis doctoral y en sus
escritos. Amén de ser un miembro activo y dedicado en las labores de
organización, lucha y difusión de los
valores de la igualdad del hombre y la mujer.
Uno que ha sido un testigo más
de su labor como inspectora de educación conoció bien en su práctica educativa
su sensibilidad hacia los alumnos, pero también su valía y su trato inmejorable
hacia los profesores que atendía y sus denodados esfuerzos para tratar siempre
de solucionar los problemas concretos y difíciles con que teníamos que lidiar a
diario.
Sé por todo ello con plena seguridad que
Carmen en su labor como consejera puso todo lo que tenía dentro, todo su
empeño sin límite ninguno, en dar solución a los graves y enormes problemas que
la educación asturiana arrostró – y aún continúan pesando sobre ella- durante
ese tsunami que la pandemia ha causado en todos los órdenes de la vida y desde
luego de una manera muy sensible sobre la educación.
No, las lágrimas de Carmen Suárez, no han sido
lágrimas de cocodrilo o causadas por el final de su actuación política como
consejera. Sino lágrimas derivadas de su sensibilidad hacia los alumnos que han
estado a su cargo y esas lágrimas, estoy seguro también destilaban algo de
aflicción por no haber podido hacer más por ellos y por los profesores que
tenía a su cargo.
(Publicado en las páginas de
opinión de La Nueva España, de Oviedo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario