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La autora, María Elvira Roca Barea |
OTRA VEZ LA LEYENDA NEGRA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
Que un ensayo sobre los frutos positivos
civilizatorios de los imperios y , sobre
todo y en particular, los del Imperio
español moderno alcance en tres años los cien mil ejemplares vendidos en no sé
cuántas ediciones, que su autora sea propuesta para el Premio Princesa de
Asturias y haya recibido el elogio tanto de algunos destacados elementos de
nuestra derecha política como de la izquierda como han sido los casos de Felipe
González como de Aznar, de Borrell como de Rivera y Ciudadanos que lo ha
llegado a proponer como libro de cabecera para nuestros escolares, es, sin
duda, un síntoma de la profunda crisis de identidad nacional por la que está
atravesando nuestro país con motivo del movimiento independentista catalán que,
aunque no se mencione explícitamente en
el libro de María Elvira Roca Barea, Imperofobia y la leyenda Negra, su sombra
sobrevuela por todas sus páginas.
Parece
paradójico que la visión sesgada, de escaso valor historiográfico en la que
fundamenta su visión ideológica la autora, y dada la amplia difusión que ha
tenido, apenas haya sido contestada por los historiadores profesionales.
Excepto la crítica fundamentada que ha
realizado de su contenido general Carlos Martínez Shaw, historiador y
catedrático de Historia de América de la Universidad de Barcelona y
la muy fundamentada, pormenorizada y demoledora del licenciado en historia, filosofía y
antropología de la Universidad de Barcelona, Edgar Stralhle.
Sin duda, la crítica más profunda y
desarrollada del mencionado libro la ha realizado, desde la perspectiva de la
Filosofía, el catedrático de esta materia de la Universidad de Madrid, José
Luis Villacañas, en su Imperofilia y el populismo nacional-católico. Este, aun reconociéndole a Roca Barea la
función positiva civilizatoria de los
imperios, que, según la autora hay que distinguir con nitidez de los
imperialismos (como si uno y otro- imperios e imperialismo- fueran tan fácil de diferenciar y separar como
el grano de la paja, y éste último no fuera sino en la mayoría de los casos el
motor de aquéllos) mantiene que la tesis principal de Imperofobia, esto es, que la
Leyenda Negra que se tejió contra el Imperio español moderno sigue hoy todavía
existiendo, porque, como escribe ahistóricamente, por denominarlo de alguna
manera, la autora, “ no hay esperanza
alguna de que decaigan los prejuicios
protestantes contra España, porque están en el ADN de su identidad colectiva”. Lo cual no es
otra cosa que la expresión ideológica del nacionalpopulismo que
fundamenta toda la obra y cuya función no es sino defender y reforzar el
nacionalismo español acosado por las demandas de los independentistas
catalanes. Leyenda Negra cuya existencia en ningún momento pretende negar su
existencia Villacañas durante los siglos de la modernidad, pero que finalizó
tras aquel período imperial. Mantener esa interpretación
es dar, según él, una visión única, distorsionada y ahistórica del
proceso histórico español.
Por su parte, los dos historiadores
mencionados más arriba coinciden
esencialmente con la visión de Villacañas. Carlos Martínez Shaw considera una deformidad histórica afirmar ,
como hace Roca Barea, que la raíz de esa
hispanofobia especialmente virulenta
contra el Imperio español residió en el odio de los luteranos hacia el
catolicismo cuya defensa y expansión se entendía como la verdadera misión imperial hispana, Del
mismo modo que considera faltas de rigor histórico científico sus afirmaciones
sobre las actividades moderadas y justas de la Inquisición y acerca de la labor impoluta del Imperio español en la
conquista y colonización de la América hispana.
Por su
parte, el trabajo de Strahle desarrolla un concienzudo y pormenorizado análisis
crítico de los aspectos historiográficos del libro de Roca Barea demostrando
con pelos y señales la utilización deformada que la autora ha realizado de los
textos de los autores no
hispanófobos que utiliza como
fundamento de sus tesis a base de recortar
sus textos o citarlos inapropiadamente de modo que es imposible verificar la
autenticidad de las citas. Llega a escribir Strahle sobre el libro que lo que
Roca Barea “suele hacer es recurrir a la falacia del hombre de paja: presenta
un cuadro excepcionalmente negativo de un tema, por lo general uno ya hace
tiempo desdeñado por los historiadores para refutarlo “in toto” y luego ofrecer
un poco riguroso y asimismo exagerado relato alternativo que no entra en el
estado actual del debate historiográfico”. Amén de otros numerosos defectos y
limitaciones que hacen de su texto un producto de escaso valor científico y
cultural.
Que eso sea
así y haya logrado el éxito editorial que ha tenido no está sino en otro orden
de cosas, esto es, en su contenido claramente ideológico que da respuesta a la crisis de identidad nacional por la está
atravesando un importante sector de la población española.
(Publicado
en las páginas del suplemento cultural, Cultura, de La Nueva España, de Oviedo)
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