El SIGLO XX DE
ESPAÑA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
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Portada de "Un siglo de España" |
Tres
historiadores españoles, Santos Juliá,
Juan Pablo Fusi y José Luis García Delgado(en colaboración con Juan Carlos
Jiménez), cuya contribución historiográfica ha sido importante para el
conocimiento de nuestro siglo XX, recrean
en sendos libros la trayectoria político-social, cultural y económica del
novecientos español. Se inaugura con ellos y otros varios una nueva empresa editorial, Marcial Pons Historia, dedicada a
la publicación de temas históricos en el marco de varias colecciones con
diversa orientación: estudios,
dentro de la cual aparecen los libros más arriba mencionados, junto con Así
terminó la guerra civil de Angel
Bahamonde y Javier Cervera ; biblioteca
clásica, con la publicación de España en la política internacional de José María Jover; y memorias y biografías con Notas de una vida del conde de Romanones.
Bajo
el título común de Un siglo de España, cada uno de los tres libros mencionados
comprende una síntesis de las diversas
historias sectoriales de nuestro siglo XX: política y sociedad ( Juliá); la
cultura ( Fusi) y la economía ( García Delgado y Jiménez) y responden a una estructura formal similar. Pero
el verdadero denominador común y lo más significativo de los tres volúmenes es, sin duda, su propósito de
proporcionarnos, una vez finalizado el siglo, una visión renovada de nuestro
novecientos dentro de ese emergente
paradigma interpretativo de la historia de España que podríamos denominar como
el de la “normalidad europea” de nuestro proceso histórico. Paradigma que trata
de superar, por caduca, la visión
interpretativa de nuestra historia como la de un fracaso recurrente y un caso histórico
anómalo, excepcional y singular en relación con la historia europea. La historia contemporánea de España
sería, según este paradigma, la historia del fracaso de la revolución
industrial, de la revolución burguesa y hasta de la revolución obrera; y el resultado,
un país sin verdadera burguesía ni clase media hasta los años sesenta, con un
movimiento obrero de escasa fuerza; en suma, sin sujeto histórico adecuado para realizar la
modernización o el cambio social hasta estos últimos tiempos. De ahí que,
dentro de este paradigma interpretativo, la guerra civil y la larga dictadura
franquista se entiendan como el resultado de ese fracaso histórico.
En cambio, en esta
visión interpretativa que nos proporciona Un siglo de España, en los tres
niveles de la realidad histórica que analizan los autores mencionados, tanto la
guerra civil como el franquismo, no son resultado consecuente de un distorsionado proceso económico y
social anterior, sino que se entienden como
paréntesis, interrupción de una evolución modernizadora, similar, aunque
cierto retraso, a la que siguieron los países europeos del ámbito occidental.
Ese proceso habría comenzado en lo económico y social en el segundo decenio del
siglo y el despertar cultural de clara raíz europea desde 1900, grosso modo, y ambos habrían
continuado desarrollándose a lo largo del primer tercio del siglo
hasta su interrupción con guerra civil y
la dictadura. Tras la involución que habrían significado en los tres niveles esos
dos momentos históricos, la implantación de la democracia traería la
reanudación de ese avance modernizador interrumpido. Sería, pues, para Juliá el tiempo, al fin, del establecimiento
de una forma de Estado basada en un amplio consenso social; la reanudación de
la normalidad cultural para Fusi; y, en metáfora musical para García Delgado,
el cuarto tempo o movimiento finale de la evolución de la economía
española a lo largo de la centuria; tempo en el que, también por fin, España “ se entrelaza dentro de una misma
melodía armónica con el tema europeo:
precisamente el deseo insatisfecho de sucesivas generaciones de españoles desde
el final del ochocientos (…) “. ( Página 15).
Los tres autores interpretan,
pues, el siglo XX español como un siglo de normalidad histórica en relación con
la evolución histórica de Europa en la centuria. Como escribe García Delgado y
suscribirían, sin duda, para la cultura Fusi y también, para la sociedad, Juliá
(aunque esa “normalidad” le cuadre menos a éste último en el plano de la
evolución política), “ con tonalidades propias y acentos peculiares en
ocasiones (…), España no es ninguna anomalía en Europa, en lo económico
tampoco”. ( Página 25).
Pero la diferencia entre
el paradigma del fracaso y éste de la normalidad de nuestra historia no sólo es
de contenido interpretativo, sino también de enfoque teórico-metodológico y,
además, uno y otro responden y fundamentan, sin duda, prácticas y proyectos
sociales diferentes.
Desarrollado, sobre
todo, en los años sesenta a partir de
una concepción materialista de la historia, el paradigma del fracaso buscaba
establecer una explicación del hundimiento de la primera y única etapa
democrática de la historia de España y sus negativas secuelas, la guerra civil
y la dictadura, que fundamentase la
lucha política y social contra el franquismo. En cambio, este paradigma de la
normalidad que inspira estos libros ya
no responde a ese marco teórico ni sus autores utilizan sus categorías. Es más.
Esta nueva visión interpretativa ha tenido, en cierto modo, su origen en el
revisionismo critico que la escuela de Oxford de Raymond Carr ha realizado del paradigma interpretativo del fracaso y de la
concepción historiográfica que lo inspiraba, sustituyéndose ésta ultima por cierto individualismo metodológico de base
dominantemente empírica. En el caso de los libros que nos ocupan, esto puede
apreciarse claramente en la síntesis de Fusi sobre la cultura española de XX
concebida como una lista interminable de
obras y autores y recorrida por la tesis
de que los intelectuales que pueblan sus páginas y fueron los creadores de esa
brillante cultura del novecientos español, no representan a nadie, sino sólo a
sí mismos.
Por
su parte, García Delgado, que fue en otro tiempo, con Santiago Roldán y Juan
Muñoz, uno de los más lúcidos historiadores de la evolución del capitalismo
español en esa centuria, no sólo no
hace referencia para nada en esta obra
a las implicaciones sociales de la quebrada marcha que siguió la modernización económica española en el siglo XX, sino que ni siquiera utiliza ya en su análisis la categoría de capitalismo. Y Santos Juliá, que realiza en su libro una
síntesis excelente por otros conceptos, parte del supuesto de la autonomía de
la política frente a la evolución social y económica. Porque – y éste es, a mi
entender, uno de los principales puntos ciegos de este paradigma
interpretativo- cómo podría explicar de otro modo en el marco de esa normalidad
económica, social y cultural española que se enfatiza, la anormalidad política de
nuestro novecientos. ¿ O no se consideran
como tal la incivil guerra civil y la larga noche de piedra de la dictadura?.
Por
otro lado, la función social de esta interpretación está clara. No sólo somos hoy europeos normales.
También lo hemos sido a lo largo de todo el siglo XX. Paréntesis aparte. Pero
qué paréntesis, Dios mío.
( PUBLICADO EN EL
SUPLEMENTO DE CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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