EL RETORNO DE LOS BRUJOS
Julio Antonio Vaquero Iglesias
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Emblema de lla Sociedad de Filosofía Asturiana |
¡ Qué tiempos estos que nos ha tocado vivir en los que cada vez se hace más necesario luchar por lo evidente! Sin duda, brujas y demonios, espíritus y zombis, extraterrestres y fantasmas, vampiros y hombres-lobo, monstruos y hombres de las nieves...y toda su cohorte acompañante de “creyentes” e intermediarios: endemoniados y poseídos, abducidos y viajeros astrales, “aojados” y reencarnados; echadores de cartas y videntes, chamanes y espiritistas, curanderos y sanadores milagrosos, alquimistas y pseudocientíficos, parapsicólogos y ufólogos.... y el resto de toda esa fauna variopinta, siempre han existido o ya han entrado en escena hace algún tiempo. Unos existen de manera imaginaria, en la cabeza de algunos hombres; otros son tan reales que han conseguido vivir a costa de ellos. Pero unos y otros, nunca como ahora en tal cantidad y cualidad, en el contexto de esta ola de irracionalismo que amenaza por anegar-¡quién lo creería!- esta sociedad moderna, ultratecnificada y compleja que vivimos. Nunca como ahora, desde luego, tales sujetos y prácticas habían ocupado, con shows que alcanzan audiencias millonarias, un lugar más visible en los medios, sus servicios son tan demandados por gentes de todas las clases sociales, y los ingresos que obtienen los intermediarios alcanzan tales niveles que las convierten en un lucrativo negocio.
Desde que, en 1961, Louis Pauwels y Jacques Bergier anunciaran y
validaran a bombo y platillo en su libro
El retorno de los brujos, ese nuevo amanecer del irracionalismo, el
fenómeno se ha extendido en los dos últimos decenios en el marco de éstas que
llamamos sociedades desarrolladas de manera galopante.
Las razones de esa proliferación
actual son complejas y, como nos demuestra la aportación de Alberto Hidalgo en
este libro que vamos a comentar, parte de su explicación tiene que ver en gran
medida con los usos y abusos de la ciencia en el siglo XX y, más concretamente,
con la evolución de las relaciones que han mantenido las funciones sociales y gnoseológicas
de las ciencias en el pasado siglo. Entre esas razones actuales, está, sin
duda, la concepción “blanda” de la ciencia del posmodernismo que, combinada,
paradójicamente, con el prestigio de la actividad científica, ha creado un
caldo de cultivo idóneo donde florecen como hongos esas pseudociencias que
constituyen hoy el principal núcleo de esas formas de conocimiento devaluado
que tratan de medrar a la sombra del prestigio de la ciencia. Pero también
sería preciso tener en cuenta –añado yo- la tendencia del neoliberalismo a
deglutir, fomentando su incorporación al mercado y con ello su difusión
pública, cualquier ámbito de la realidad humana que suponga necesidad y que,
por ello, al margen de cualquier consideración moral, pueda convertirse en mercancía
o negocio. La instrumentalización que hacen
de esas creencias y prácticas hoy las industrias del ocio y la
comunicación son buena prueba de ello.
Con buen criterio, ante estado de las cosas, la Sociedad Asturiana de
Filosofía ha dedicado unas jornadas de estudio en este otoño pasado a reflexionar sobre este fenómeno y a
defender lo obvio: la razón contra el irracionalismo. Las actas de esas
jornadas ( Actas de las Jornadas sobre superstición, creencia y
pseudociencia. Sociedad Asturiana de Filosofía, 2003) acaban de
aparecer y son, sin duda, un privilegiado observatorio para calibrar y
denunciar, desde la perspectiva de la filosofía y la teoría de la ciencia, las
dimensiones y contenidos de esta rechazable situación.
Por su temática, las intervenciones
que se recogen en estas actas se pueden agrupar en tres conjuntos . Como no
podía ser de otra forma, el primero lo componen las excelentes intervenciones
de Gustavo Bueno sobre la idea y concepto de creencias, Alberto Hidalgo sobre las funciones gnoseológicas
y sociales de la ciencia, y Miguel Pérez
Herranz acerca de las pseudociencias. Se trata en ellas de fundamentar las
concepciones sobre las creencias, las ciencias y la pseudociencia desde las
posiciones del materialismo filosófico creado y alimentado en la escuela
filosófica de Bueno, con la finalidad de establecer los criterios críticos
precisos con que juzgar esas formas de conocimiento.
Bueno, demoledor como siempre,
demuestra convincentemente que la crítica general, inespecífica, de las creencias
desde la perspectiva etic del crítico que las considera a todas
como meros contenidos mentales alucinatorios o erróneos, no es válida.
Independientemente de su parte o no de verdad, las creencias no son
irracionales, sino racionales y muchas ciencias parten de creencias racionales.
Por ello, no se puede establecer una disyuntiva entre las creencias y las
ciencias, y el análisis crítico de las
creencias debe enfocarse hacia el de las creencias individuales o concretas y
no la “creencia” en general. Por su parte, Hidalgo, desde el entendimiento de
la ciencia como una institución social, defiende una concepción gnoseológica
fuerte de la misma en la línea del modelo del “circularismo” propuesto por el
materialismo filosófico, y desde el cual, según él, deben explicarse las
relaciones dialécticas entre las funciones gnoseológicas y sociales de la
ciencia. Pérez Herranz, a su vez, contrapone los métodos y criterios que
utilizan las pseudociencias con los que propone el modelo de ciencia del
materialismo filosófico y demuestra su incompatibilidad, refutando la
pretendida cientificidad que aquéllas atribuyen a sus
contenidos.
El segundo conjunto temático que trata el libro, lo integran las
intervenciones que se dedican a analizar críticamente la validez de los métodos
y los contenidos de algunas de las pseudociencias más difundidas como la
ufología, en la que Félix Ares de Blas
demuestra qué fue realmente lo del platillo volante y los marcianos de Roswell;
o las que analizan la astrología (Isaac
Amigo Vázquez) o la piramodología ( Jorge González Nanclares). Y también el análisis más bien impresionista que traza
de la evolución histórica de la superstición, Gustavo Bueno Sánchez.. Llama la
atención el pormenorizado análisis crítico que realiza González Nanclares sobre
las pirámides. Casi llega uno a creer que la fantasiosa e inmensa literatura
que han generado alcanza un volumen equiparable a sus colosales dimensiones. El
autor clasifica todas las interpretaciones que se han realizado sobre ellas y sobre
sus orígenes y, descartándolas, plantea, desde la perspectiva del materialismo
filosófico, una plausible y fundamentada explicación sobre su origen, forma y
función. Material utilizado y problemas de construcción explicarían la forma; y
a su origen y función funeraria habitual habría que añadir, dadas las
gigantescas dimensiones de actividad económica y social que implicaba su
construcción, las funciones de reproducción económica y distribución social que
ejercían y con ellas la función política de gobernabilidad que suponían.
Finalmente, dos de los trabajos se refieren a
los propios “usuarios” e intermediarios
de tales creencias y prácticas. En el de Javier Armentía Fructuoso, se trata de
responder a la pregunta de su título: ¿ Por qué creemos en cosas increíbles?
analizando cómo se hace la divulgación científica en los medios de comunicación
y cuáles son los mecanismos lógicos que
actúan para que la gente corriente pueda participar de esas creencias mágicas y
supersticiosas. Por su parte, Xelo Mir, subdirectora de un programa televisivo
sobre esos temas, Otra dimensión, aporta no sólo un testimonio de su
experiencia sobre los participantes en esos programas, sino también
significativos datos sobre el perfil de sus espectadores que no se corresponde
con el que podría esperarse. Lo que demuestra, una vez más, la pertinencia de
la iniciativa de la Sociedad Asturiana de Filosofía para llevar a cabo una
reflexión como ésta.
El CLÍTORIS DE LAS EXTRATERRESTRES
Los programas televisivos sobre estos temas
se abordan como espectáculos de entretenimiento cuyo objetivo principal es
buscar la mayor audiencia. Sus participantes son gentes pintorescas y de bajo
nivel cultural. Entre ellos, Argimiro que aseguró que una nave espacial aterrizó en las Hurdes
y sus tripulantes hicieron algunas revelaciones como la de que Jesucristo es un científico extraterrestre
terrestre, porque fue el producto de la inseminación artificial que le hicieron
a la Virgen María con semen traído de otra galaxia; o una señora de Palma de
Mallorca que contó que había vivido cinco años con una extraterrestre y que iba
a dar fe al programa de que las extra.-terrestres no tenían clítoris. Pero lo
que verdaderamente asombra es el perfil-tipo de sus televidentes que, en algún
programa, fue el de un hombre, de entre 45 y 60 años, de clase media
alta..
(PUBLICADO EN SUPLEMENTO CULTURA DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO).
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