ALFREDO MENDIZABAL, UNA VOZ DE
LAVERDADERA TERCERA ESPAÑA
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
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Alfredo Mendizábal con su esposa |
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Alfredo Mendizábal |
Como es conocido, la expresión tercera España se comenzó ya utilizar durante la Guerra civil (de hecho, fue el título de un conocido artículo escrito en 1937, durante su exilio, por uno de sus miembros más destacados: Alcalá-Zamora) para designar a un grupo de destacados intelectuales y políticos que se exiliaron en 1936, porque no se identificaron con ninguno de los dos bandos contendientes.
Pero no todos esos exiliados, como
ha escrito Jordi Gracia hace unos años, pueden considerarse en puridad como
parte de esa verdadera tercera España, porque un sector de ellos, de manera inmediata o más
tardía, se terminó inclinando por el bando franquista. El caso más ilustrativo de
esa evolución, por el prestigio intelectual que gozaba fuera y dentro de España,
fue el de Ortega y Gasset, que se decantó, como mal menor, por el bando
franquista, sin identificase con sus
planteamientos ideológicos.
Fueron más bien demasiados pocos los
exiliados que pueden considerarse parte de
esa verdadera tercera España, si es que realmente esa expresión responde a una
realidad sociológica y no es sólo una metáfora vacía de contenido. Entre ellos
tuvo, sin duda, un papel relevante el catedrático de Derecho Natural de la
Universidad de Oviedo, Alfredo Mendizábal, cuyas memorias inéditas, ha publicado
este año el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) con el título Pretérito
imperfecto. Memorias de un utopista. La edición ha estado a cargo de Benjamín Rivaya, Etelvino González y
Rafael Sampau e incorpora, además, sendos estudios introductorios biográficos
sobre el autor, escritos por los dos primeros editores.
Mendizábal, perteneciente a una
familia burguesa aragonesa, fue catedrático en Oviedo durante un decenio,
desde 1926, cuando accedió a la cátedra ovetense, hasta 1936, en que al comenzar
la guerra, que le sorprendió fuera de España, se exilió en París. Así, pues, residió en Asturias durante
la etapa de la segunda fase de la Dictadura de Primo de Rivera- la del
Directorio civil- y el quinquenio
correspondiente a la Segunda República.
Desde su perspectiva ideológica de
demócrata de tendencia liberal católica, el autor de estas memorias, con la claridad del buen profesor, la agudeza de un
consumado historiador y la aportación de algunos interesantes datos inéditos o
poco conocidos, reconstruye la evolución histórica en ambas etapas para
insertar dentro de ellas cuál fue su participación y actitud ante aquellos
acontecimientos, a la par que aporta también interesantes noticias acerca de la
pequeña historia de la ciudad y de su Universidad, como también alguno datos
interesantes sobre algunos de los relevantes personajes asturianos, españoles o
extranjeros que conoció.
Como demócrata convencido, partidario de la tendencia que lideraba Ossorio y Gallardo, Mendizábal
combatió como profesor e intelectual a la Dictadura de Primo Rivera a través de su labor puramente académica. Cuando la oposición universitaria-
de profesores y alumnos- contra aquel régimen “absolutista”, “inepto y
corrupto” (son algunos de los adjetivos
que emplea para calificarlo) arreció al ordenar el dictador cerrar la
Universidad madrileña, el catedrático de Derecho Natural tuvo un papel destacado en la protesta del
claustro de la Facultad de Derecho ovetense. De hecho, fue el autor material del
escrito de protesta que emanó del mismo y provocó el cierre de nuestra
Universidad.
A la caída del dictador en 1930,
Mendizábal se inclinó por la implantación de la República y comenzó a
participar en la vida política partidista. Se sumó al partido de Alcalá-Zamora
y Miguel Maura, Derecha Liberal Republicana,
en cuya implantación en Asturias tuvo un papel decisivo. Fue el autor de su
manifiesto de presentación en la región “A la opinión asturiana” y fue elegido miembro de su comité local de Oviedo y como
delegado de su partido lo representó en
el comité republicano de Asturias. Comités organizados en toda España por la
oposición republicana para llevar a cabo la transición al régimen republicano, si lograban derribar a la
Monarquía.
Descontento con la política de reformas
llevada a cabo por el Gobierno republicano de Azaña, sobre todo, con su política secularizadora que él entendía no
sólo como sectaria y antirreligiosa, sino también como antiliberal; y
descontento también con el funcionamiento de su propio partido, Mendizábal
abandonó su actividad partidaria y orientó su participación en la vida pública
hacia su actuación como intelectual católico.
Así llevó a cabo una importante la labor en la creación y articulación en
España de las instituciones de la intelectualidad católica como la fundación de
la revista católica “Cruz y Raya” y la sección española de la Unión Católica de
Estudios Internacionales. Desde esas plataformas y otras contribuyó a la
creación y difusión de un pensamiento católico modernizado y enfocado hacia
temas de actualidad como la crítica del fascismo en sus dos versiones -nazismo
y fascismo- y del comunismo, la difusión
del pacifismo y los temas sociales.
Mendizábal
vivió en Oviedo durante el movimiento revolucionario de Octubre una peripecia que estuvo a punto de costarle
la vida. Los mineros revolucionarios tomaron el Hotel Inglés donde residía y
comenzaron a ejecutar a sus residentes. Gracias a su iniciativa de poner en
conocimiento de Teodomiro Menéndez la situación crítica por la que estaban
pasando, la mayoría de ellos pudieron salvarse. Sin embargo, ese episodio no implicó
que la ecuanimidad de Mendizabal no condenara la brutal e indiscriminada represión que vino después de la derrota de
los revolucionarios.
En 1936, al iniciarse la guerra
civil, se exilió en París y se convirtió en uno de los más destacados miembros de la tercera
España. De él fue la iniciativa de crear el Comité Español por la Paz Civil que
realizó una intensa labor de mediación internacional para conseguir la paz
entre los dos bandos, a la vez que llevó a cabo una importante labor humanitaria
entre las víctimas del conflicto como el canje de prisioneros o la protesta por
los bombardeos sobre la población civil. A la vez que difundía a través de las
asociaciones católicas y los periódicos franceses su posición de neutralidad
ante los dos bandos, criticando incluso a la Jerarquía de la iglesia católica
española por su posicionamiento por el bando franquista. Actitud que le valió
ser separado de su cátedra por uno y otro bando e, incluso, amonestado por el
Vaticano.
En
febrero de 1937, al llegarle la noticia de aquella parodia de juicio militar
que condenó a la pena de muerte a su amigo y ex rector de la Universidad
ovetense, Leopoldo Alas Argüelles, Alfredo promovió el envío de sendos telegramas
de petición de indulto en nombre de la Facultad de Derecho parisina y del
Instituto Católico de París, peticiones que junto con otras muchas, no
impidieron su bárbaro fusilamiento unos días después. (Los editores deberían
haber anotado- junto con algún otro “error histórico” que aparece en el texto-
el dato inexacto del autor que indica que la pena de muerte fue conmutada por
la de cadena perpetua y que su fusilamiento tuvo su origen en una “saca” de la
cárcel de Oviedo)
Ante la amenaza de la ocupación de
París por el ejército alemán, Mendizábal huyó y pasó a Estados Unidos, donde
durante un tiempo reanudó su actividad intelectual y docente que finalmente
abandonó para trabajar como traductor para las Naciones Unidas en Estados Unidos y en Europa donde residió hasta
que en los últimos años de su vida regresó definitivamente a España donde
falleció en 1981 sin ninguna clase de
reconocimiento y en el más
completo olvido.
En cierto modo, la acertada publicación de
estas memorias va a suponer una justa la reparación de ese olvido y
avanzar en el conocimiento de su
biografía y su obra, si- como anuncian sus editores- se publican en español su libro Aux origenes d´une tragédie (del que ya
hay ediciones en Francia, Inglaterra y Estados Unidos y Suecia) y su relación epistolar inédita con importantes
intelectuales españoles y del resto de Europa.( PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURAL DE "lA NUEVA ESPAÑA", DE OVIEDO
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