JOAQUÍN ORTIZ, EL ARQUITECTO
SOCIALISTA DE LLANES
JULIO ANTONIO VAQUERO IGLESIAS
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Higinio del Río |
Higinio del Río Pérez, director de la Cada de la Cultura de Llanes, ha escrito una necesaria y excelente biografía ( Joaquín Ortiz. Un arquitecto
racionalista. Oviedo, Hércules
Astur Ediciones, 2012) de quien fue en los años treinta el primer arquitecto
municipal de Llanes, Joaquín Ortiz. Necesaria, sobre todo, porque Ortiz fue uno
de los principales difusores del
estilo arquitectónico racionalista en
Asturias, tanto en Llanes como en Gijón, y cuenta en su haber con una
importante obra en gran medida, desconocida no sólo para la mayoría de los asturianos,
sino, incluso, para los propios llaniscos. Pero necesaria también por una razón de justicia histórica. Porque
su memoria y obra, como las de tantos
otros de los vencidos de nuestra guerra civil y componentes del
exilio republicano, quedó sepultada en
el olvido durante la travesía por el desierto que padeció la cultura española
durante el franquismo y la democracia no
ha sabido o querido injustamente recuperar. Biografía, además, de excelente
factura. El autor no sólo ha logrado
reconstruir con exquisito detalle, buen pulso narrativo y brillante exposición formal, tanto escrita como gráfica, la vida y la obra arquitectónica de Ortiz,
obteniendo como resultado un libro que su editor ha transformado en un
bello objeto artístico. Sino que también ha sabido enmarcar la obra y la
peripecia vital de su biografiado en el
contexto histórico local del Llanes de
las etapas republicana y de la guerra
civil, apenas historiadas y de las que
nos proporciona un excelente y minucioso cuadro de acontecimientos y personajes
que demuestra el profundo conocimiento que el autor tiene no sólo de esas
etapas, sino del conjunto de la
historia local de la villa llanisca.
Joaquín Ortiz, de origen vizcaíno, pero
nacido en Valladolid, recaló en 1929 en Llanes como primer arquitecto municipal
que tuvo la villa asturiana, donde
ejerció su cargo de manera ininterrumpida (salvo los dieciocho meses que
pasó en Paris, refugiado en la capital francesa por su participación en la
Revolución de Octubre de 1934) hasta la toma de Asturias por el bando
franquista en septiembre de 1937, fecha
en la que a través de Francia
pasó a la Cataluña republicana, y de allí finalmente tras la derrota definitiva
al exilio en Francia y después en la República Dominicana y finalmente a
Venezuela, países en los que ejerció con notable éxito su profesión. Casado con
una llanisca, Regina Tamés Gavito, regresó a Asturias en 1977 y falleció en
Ribadesella en 1983.
Con
una sólida formación técnica (era además licenciado en Ciencias Exactas), Ortiz
rechazaba el decorativismo arquitectónico imperante y era seguidor y profundo
conocedor del racionalismo que difundía la Bahaus. Y la mayor parte de sus
numerosas obras en Llanes (algunas de ellas desgraciadamente desaparecidas)
responden a los cánones de ese estilo
arquitectónico. Baste mencionar, entre otros muchos, los proyectos, en LLanes, del chalet y
consultorio del médico José de la Vega Thailiny, el sanatorio(ya derribado) del
doctor José María García Gavito, el chalet de la Asociación de Comerciantes e
Industriales, el edificio de pisos Borinquen y, sobre todo, el del emblemático
edificio de la lonja llanisca; y, en Gijón un
edificio de pisos en la plaza Evaristo San Miguel, nº 1, diseñado en
colaboración con el arquitecto gijonés Manuel García Rodríguez
Pero lo más notorio de esta biografía
no es todo ese cúmulo de datos
biográficos sobre su vida y su obra que Higinio del Valle ha rastreado con la
sagacidad de un detective a través de archivos y testimonios, recogido y
ensamblado con rigor y minuciosidad y casi me atrevo a decir que con devoción y
pasión por su biografiado,
proporcionándoles significado en el
marco de la vida cotidiana y la historia local del Llanes de los años 30. Lo
que el autor ha conseguido captar y expresar con meridiana claridad es la
profunda coherencia que impregnó su vida.
Esto es, la concordancia entre sus ideales y sus actos, coherencia que tanto
echamos hoy de menos en la vida política que padecemos y que nos recuerda, además, a la actitud
consecuente que mostraron otros muchos republicanos que vieron en aquel régimen,
por el que lucharon y fracasaron pagando con el exilio, la posibilidad de
modernizar el país, poner fin a tantas
injusticias históricas y construir una España
para todos. Afiliado a la UGT, cofundador de la Agrupación Socialista de Llanes y
miembro de la masonería, gran parte de su
obra y de su actuación pública está vinculada con sus ideales políticos y el
apoyo a las cambios y reformas que aquel régimen trataba de introducir, como
demuestran su gran implicación como arquitecto en el despliegue constructivo de
escuelas ( hasta dieciocho se crearon en Llanes en la etapa republicana) o en
su labor- no sólo gratuita, sino onerosa porque el mismo pagaba los materiales
y los instrumentos didácticos- como profesor
en el Centro Republicano de Llanes.
Como no podía ser de otra manera, durante la guerra colaboró activamente
en el diseño de las defensas antiaéreas en Llanes y en el frente asturiano y
diseñó el original hangar del aeródromo de Cué que llamó la atención, primero,
de los aviadores soviéticos y después de la componentes de la Legión Cóndor que
lo utilizaron. En aquellas trágicas circunstancias dio, además, muestras de su
talante tolerante y solidario como fueron su
decisiva actuación para que los
milicianos pusiesen fin a la destrucción de los retablos de la iglesia
parroquial llanisca, salvando de la orgía iconoclasta el valioso retablo de la Trinidad; o la
protección que dispensó al político derechista Manuel Victorero Dosal,
ocultándolo en la casa familiar mientras
hasta el triunfo de los sublevados en Asturias.
Quizás, paradójicamente, la mayor
alabanza sobre su vida la hicieron los propios vencedores de la guerra civil
que le expulsaron del cuerpo de arquitectos y le encausaron por su actuación
durante la guerra. En el informe realizado por la Guardia civil para procesarlo
se dice:”(…) tenía gran dominio sobre los obreros entre los que repartía sus
utilidades”. Pocas veces, tan pocas palabras dicen tanto.
(PUBLICADO EN EL SUPLEMENTO CULTURA, DE LA NUEVA ESPAÑA, DE OVIEDO)
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